Soy una zombie. Soy de las que se limitan a hacer lo que le dice cualquier aparato electrónico. No interactúo con él. Y no, lo confieso, nunca me he atrevido a desmontar uno y utilizarlo, yo a él.
El Media Art por lo contrario, se basa en eso: en utilizar la tecnología, concretamente: con fines artísticos. Lo que no me queda claro es si realmente los que dicen aprovecharse de ella no acaban también limitados por ella, aunque su propósito sea lo contrario.
Después de escuchar al primer conferenciante me siento totalmente fuera de lugar. No entendí nada de lo que explicó. O mejor dicho, he escuchado, con gran atención, pero no he logrado entender. Me parece estar delante de una reversión artística de Mel Brooks en el papel del Jovencito Frankenstein. ¿He entendido bien? ¿Ha creado tejido a partir de células congeladas para después conectarlo a estímulos eléctricos y ver qué sucede?
Necesito una pausa para el café. Si me siento así después de la primera hora, esto va a ser duro. Salgo con un compañero restaurador y comentamos lo que no somos capaces de comprender. Realmente creo que existe el arte de hablar para confundir a la gente: el de no dar información concreta para convertir en interesante algo que me parece irracional. Una estudiante joven y maravillada asegura que el hombre es un crack y que su discurso es clarísimo. Me siento como si hubiera entrado en una conversación en su fase final y hubiera pillado las dos últimas palabras.
Vuelvo a entrar en la sala de conferencias después de haberme tomado el café. En algún momento me pregunto si alguien les ha indicado a los conferenciantes que el tiempo límite de 15 minutos para presentar sus proyectos no es para que hagan una prueba oral de capacidad para escupir el máximo de palabras por minuto posibles, sino para presentar un extracto de lo que hacen, a ser posible, para neófitos como yo. Quizás me he equivocado de día, de hora y de lugar.
Seguimos. Hago alarde de paciencia y de humildad. Si quiero entender algo de Media Art, debo hacer el esfuerzo. Nombres como Afroditi Psarra, Bruno Latour o Jussi Parikka, no me dicen nada, y conceptos como el de “anarchivo” me suenan a chino. Aún me siento más fuera de lugar. ¡Por fin! Logro sintonizar con Christina Stadbauer o, mejor dicho, Christina ha logrado adaptar su discurso a un lenguaje plano e inteligible. A través de su proyecto Melliferopolis logro quedarme con una ligera idea de en qué consiste el Media Art. Su proyecto se basa en recoger el sonido de las abejas mientras trabajan en colmenas diseñadas por el hombre, y dejar que las personas interactúen con esos sonidos, usándolos, por ejemplo, para crear música a través de un mezclador. Experimentar, analizar y filosofar sobre lo impredecible e irrepetible: ese parece ser el objetivo del Media Art. A mí todo esto me parece bastante etéreo. Pero yo sólo soy un neófito en la materia.